miércoles, 14 de diciembre de 2011

¿Por qué le llaman Deporte cuando quieren decir Fútbol?

Ayer, un Martes y 13 nos pillaba desprevenidos con una supuesta buena noticia. La perene Alcaldesa de Valencia Rita Barberá sorprendía a los ciudadanos del Cap i Casal con el anuncio en los medios de que el nuevo Estadio de Fútbol Mestalla reiniciaba sus obras tras dos años y medio de parón por falta de fondos al alcanzar un supuesto acuerdo histórico con la nueva corporación banquera Bankia que en su día absorbió a una de las pocas Cajas valencianas Bancaixa.
Los aficionados al fútbol están pues de enhorabuena. Un nuevo elemento acorde con los tiempos que corren redibujan el skyline de Valencia de nuevo tras la incorporación de la Ciudad de las Artes y las Ciencias a los históricos perfiles del Micalet, las Torres de Serrano y la Fachada del Ayuntamiento de Valencia.
Una vez más, impera la cultura del “pan y circo” romano sobre la cultura del arte y el conocimiento. Solo hay que remontarse a los tiempos en que un genocida impuso su orden y criterio a un país que se empeñó en unificar un país llamado España. Una vez más, queda demostrado cual es la política de un gobierno conservador y centralista en tiempos de crisis: mientras sigan jugando 22 señores en pantalones cortos detrás de un balón con sueldos millonarios, la supuesta “fiesta nacional” siga masacrando animales vertiendo sangre y vísceras en la arena de una plaza, y los programas donde supuestos periodistas berrean su incultura en los prime time televisivos y radiofónicos, el español medio dejará de pensar en un sistema económico obsoleto que nos ha arrastrado a una de las peores crisis financieras desde la década de 1920. El español es así. Pero esta política de cortina de humo se extiende interminablemente hacia vistas judiciales mediáticas que no suelen llevar a ninguna parte más que a las primeras planas de diarios y rotativas que relegan las colas del paro a diminutas columnas de opinión junto a los anuncios de necrológicas.
Cuando por las noches, después de una dura jornada de trabajo, el fallero se acerca al Casal de su Falla, choca dolorosamente con la dura realidad, y es en ese momento cuando la luz llega a tu cerebro. El valenciano seguimos siendo unos “mesinfots”.
Es duro. Pero es cierto.
Rodeado de centenares de artículos futbolísticos (que no deportivos), llega a mis manos de pronto un informe redactado por la Interagrupación de Fallas con el lapidario título de “Estudio del Impacto Económico y Social de las Fallas en la Ciudad de Valencia” que, dicho sea de paso, ya tiene unos cuantos años (2008). Que dicho sea de paso, apenas tuvo repercusión mediática. Las obras de un campo de fútbol si la ha tenido.
En dicho informe, habla de que “la magnitud que las fallas vienen adquiriendo año tras año (…), y su repercusión tanto a nivel nacional como internacional, las convierte no sólo en una fiesta sino también en generador de riqueza para la economía de la ciudad.”. “El impacto económico directo e indirecto, (…) podría llegar a superar fácilmente los 600 millones de euros”… anuales. Y solo en los cinco días centrales de las Fallas.
“Asimismo, (…) “- continua el informe- “muchas son las actividades empresariales que se ven beneficiadas e impulsadas por la diversidad de actividades que generan las comisiones falleras a lo largo de todo el año: peluquerías, floristerías, salas de fiesta, espectáculos, seguridad, limpieza, tintorerías, iluminación, fotografía, pirotecnia, artes gráficas, confección… Todas ellas ver repercutidos muy positivamente en su negocio la actividad fallera.” Estamos hablando pues de una repercusión que podría llegar a superar los 55 millones de euros.
Y lo que es aún más importante “la actividad fallera constituye un motor adicional para la economía de la ciudad de Valencia, y un pilar básico para la supervivencia de algunas de las actividades más artesanales, tales como la indumentaria valenciana, la orfebrería y los talleres falleros, sin olvidarnos de la pirotecnia.”
Y ahora el meollo de la cuestión: “¿cuántos turistas vendrían a nuestra ciudad si no hubieran monumentos, pirotecnia, música y ambiente festivo que aporta el colectivo fallero?, ¿Cuántas personas volverían a conocer más a fondo nuestra ciudad después de vivir nuestras fiestas?, ¿Cómo se mantendría un colectivo cultural arraigado en nuestra ciudad como las bandas de música?, ¿Cuántos trabajos relacionados con los sectores que posteriormente se reflejan se perderían?, ¿Cuántos proyectos de las Administraciones se dejarían de realizar si no recaudaran los impuestos vinculados con sectores industriales relacionados con nuestra fiesta?”
Los costes de la promoción en los últimos años de eventos (que también tuvieron su importantísimo impacto económico) como la 32ª Copa América en el 2004 y 2007, la Visita del Papa o el GP de Fórmula 1 del 2008 nos conducen a una inevitable pregunta: ¿Cuánto se ha tenido de invertir a nivel general en la preparación de estos eventos? Y ¿Cuánto invierte la sociedad valenciana en preparar un evento como son las Fallas? La respuesta a la primera pregunta es de tal calibre que el baile de números provocaría mareos… la respuesta a la segunda es un contundente 0.
0 €.
Ni un clavo.
Los monumentos, los actos, la pirotecnia, absolutamente TODO es costeado por el colectivo integrado por 389 comisiones falleras solamente en lo que supone la ciudad de Valencia, por no citar las más de 400 a lo largo de la comunidad, con un valor añadido, el mantenimiento de nuestra cultura, tradiciones e identidad valenciana que de otro modo habría pasado al olvido, porque no olvidemos que el “mesinfotismo” ni tan siquiera lo habría relegado a los libros de historia.
El problema es que, y a esta tesis es a la que quiero llegar con toda esta exposición, el mundo de las Fallas, por suerte o desgracia, tiene un contacto directo con la realidad social y política valencianas. El fútbol no.
Existe una dependencia casi absoluta de la administración a través de un elemento (necesario, eso sí) como es Junta Central Fallera, dependiente de la administración. De hecho, el Presidente de JCF es un Concejal, elegido por la Alcaldía, y la propia Alcaldesa es Presidenta Nata de JCF. El fútbol no.
Esta reflexión nos lleva a lo expuesto más arriba: es preferible la filosofía del “pan y circo” para que el ciudadano no esté pendiente de la situación social y económica, que las actividades culturales realizadas por un colectivo de más de 18.000 falleros que dependen de las mal llamadas “subvenciones” del Ayuntamiento.
Desde hace más años de los que puedo llegar a recordar, se está reivindicando la dignificación de un acto tan importante como es la “Exposició del Ninot” en un lugar digno y acondicionado en lugar de los barracones en los que actualmente se expone.
Desde hace años, los falleros debemos soportar multas por utilizar material urbano para fijar carpas mientras tenemos que ver cómo, en época de elecciones, las farolas se llenan de elementos publicitarios que dañan más su estructura que una simple cuerda atada.
Desde hace años, debemos presentar proyectos (cada vez más vigilados) sobre calles cerradas al tránsito por la instalación de los monumentos falleros y carpas, mientras que la circulación se colapsa en las inmediaciones de los campos de fútbol cada vez que hay un evento deportivo.
¿Queremos datos? Estos son los recogidos en el 2008 en el informe que hemos nombrado anteriormente. Solo en los 5 días de Fallas, sectores como Hostelería factura 1.350.000 €, Transporte público 1.500.000 €, Peluquerías 57.000 €, Tintorerías 55.000 €, sin nombrar otros sectores como Artesanías (Bandas, insignias, cuadros, regalos, etc), Loterías, Indumentaria, Artistas Falleros, Alquileres, Hipotecas derivadas de la compra de Casales y sus gastos pertinentes, Pirotecnia, Fotografía, Bandas de Música, Floristerías, Imprentas, Cenas de Presentaciones, Agrupaciones, Orquestas, Disco Móviles y Animación, Alquiler de carpas, Luz, Agua, Seguros, Teléfonos, Autobuses, Iluminación y Megafonía, Trofeos y Regalos, Consumo de Energía, Presentaciones de Teatro, Cuerpos de Seguridad Privadas, Deportes, Cultura, Césped, Banderas, Publicidad, etc. El mes de Marzo se calcula un incremento de 7.580 empleos eventuales, lo que aporta a la Seguridad Social un total de 26.742.240 €.
¿Alguien puede por favor comparar estos datos con los generados por un partido de fútbol? Sin duda la hostelería de la zona se verá gratamente beneficiada, por no hablar de los grandes eventos deportivos, pero ¿alguien puede por favor indicarme qué aportación cultural tiene estos eventos? O ¿a cuántos sectores repercute económicamente?
Ojo, no digo que no sea necesario, ni que no sea positivo, y mucho menos que estén equivocados, pero sinceramente, empiezo a estar muy cansado cada vez que un “no fallero” me señala con el dedo y me dice que un colectivo de más de 18.000 falleros nos dedicamos a “joder” la ciudad en marzo cortando calles, gastamos barbaridades de dinero para después quemarlo, y que lo único que nos interesa es emborracharnos en Fallas.
Habrá quien así sea. 18.000 personas son muchas personas. Pero si reflexionamos sobre los valores culturales que gracias a las Fallas se han mantenido, no hay color. Si reflexionamos sobre el impacto económico que genera en TODOS LOS VALENCIANOS, la semana fallera, no hay color. Si reflexionamos en la pérdida cultural y material que supondría no invertir (cada fallero de su bolsillo, quede claro) en las Fallas, no hay color.
Pero como el color, son los gustos, y esta es solo mi opinión.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Cartel de Fallas: ¿Ha entrado el diseño también en crisis?

¿Qué es un cartel? Según la recurrente y sin embargo necesaria herramienta Wikipedia, un Cartel es un soporte de publicidad consistente en una lámina de papel, cartón u otro material que se imprime con algún tipo de mensaje visual que sirve de anuncio para difundir una información o promocionar un producto, un evento, una reivindicación o cualquier tipo de causa. Suelen formar parte de una campaña publicitaria más amplia.
Independientemente de las normas básicas de estructuración de un cartel y del leguaje propio del mismo, este ha de poseer una imagen que contenga un significado denotativo y literal del producto ofrecido, es decir, la representación o simbolización de la imagen dentro de la cultura del individuo a quien va destinado mediante asociaciones o sugerencias dentro de unos valores o atributos tales como la belleza, el mensaje icónico, la motivación, la facilitación redundante y el propio texto que también se convierte en un elemento gráfico y no solo contenedor de información o de un mensaje.
Tras un largo vistazo a la exposición de trabajos presentados al concurso del Cartel Anunciador Oficial de las Fallas del 2012, tristemente llegamos a una serie de nefastas conclusiones. Por un lado, de nada sirvió la magnífica labor de Rafael Contreras tanto en su Tesis Doctoral como en la edición de ese magnífico libro “Carteles de Fallas de Valencia” editado por el Ayuntamiento de Valencia, cuya historia y evolución quedaban allí reflejadas desde aquel primer cartel de 1929 encargado por la Sociedad Valenciana de Fomento del Turismo al gran José Segrelles, hasta el año de edición del libro 2009. Desde que en 1930 se convocó por primera vez el concurso, con mayor o menor fortuna, surgieron grandes obras de arte, hoy expuestas en su mayoría en el Museo Fallero.
Por otro lado, tampoco parece haber servido de mucho el enorme trabajo que supuso teorizar sobre la lectura compositiva de un cartel, ni sobre su estructuración ni sobre la utilización de la tipografía como elemento de diseño.
Este año, hemos podido ver en dicha exposición de todo. Algunos trabajos parecen de niños de parvulario, otros de meros aficionados, otros en lugar de parecer carteles de Fallas parecen carátulas de una película de Batman, otros de una película de terror. Y de pronto, encuentras dos o tres pequeñas joyas. Pero sinceramente, no veo la unanimidad del premiado.
Para gustos colores, supongo, pero después del nivel de los últimos años con los trabajos de Rafa Vilches, el de Vicente Miquel Muñoz, se queda en un “si… pero no”. En este caso sí podemos hablar de una perfecta estructuración, de una magnífica y a la vez sencilla estructura, pero a pesar de una cálida tonalidad general, me resulta frío y sin vida.
Solo espero que para el año que viene (si la crisis, el Ayuntamiento y Junta Central Fallera nos lo permite), se revitalice el Concurso de uno de los elementos que definen la Fiesta de ese año, no solo en Valencia, sino en el mundo entero (y más ahora), que si esta es la imagen que quiero dar al mundo de lo que son las Fallas y atraerlos para que vengan a verlas, esta imagen debería ser mucho más cuidada y trabajada, y al menos, al nivel del monumento que tratamos de ensalzar como Bien Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Y por supuesto, también espero (como fallero) que la frialdad del cartel no se convierta en un augurio de las ya próximas Fallas 2012.
Pero esta, es solo mi opinión.